SOLEDAD
Iván mira la nieve a través del vidrio. La
tristeza le consume en ese invierno pesado, frío...solitario. Sus dedos,
abandonando la protección de sus cálidos guantes de cuero, rozan con suavidad
el vidrio empañado de su casa, dejando con sus yemas un trazo gélido de
contacto humano. Afuera, tras esa enrejada visión, sólo puede ver los árboles
desnudos, la nieve pura y eterna caer, la nada perderse en ella misma detrás. A
sus espaldas, en el interior, el cálido fuego de la chimenea llena el ambiente
de un mágico crepitar que puede percibir de muchas formas. Pero ninguna le da
verdadero calor. En realidad, incluso ese contacto, cuando no creía que hubiera
nada más cálido que el fuego, este se le hacía completamente helado.
Completamente falso.
Iván no puede sonreír. Su aliento se limita
a cubrir las huellas que sus dedos hicieron, dejando todo rastro del invierno
oculto bajo su cálido soplo. Para él no importa si el invierno no se ve. El lo
siente, lo lleva en la sangre. Es algo que le ha roído la carne; se ha metido
debajo de su piel y bien adentro en sus huesos. No hay nada que pueda hacer. El
invierno y él son uno solo. Otro suspiro escapa de sus finos labios, curvados
ahora en una expresión triste. Sus dedos se clavan sobre el vidrio, sintiendo
una punzada de dolor a causa de su extrema temperatura. No importa...El dolor
es otra de las cosas que jamás le ha abandonado y que no lo hará nunca. Siempre
estará allí presente, en su pecho. Como el invierno. Distraídamente, dos dedos
vuelven a deslizarse por el vidrio,
abriendo paso al
exterior una vez más, dejando su frialdad entrar como si hubiera abierto las
ventanas.
...¿Por qué se alejan de mi? ¿Por qué no hay
nadie a mi lado, ofreciéndome algo caliente de beber y sus cálidos brazos donde
refugiarme?...Es que... ¿acaso doy miedo? ¿O soy muy frío?... ¿Acaso soy
demasiado alto, o raro, o cerrado? N-no lo entiendo... ¿P-por qué todos me
alejan? ...¿Por qué no puedo sentir yo lo que ellos? ¿Por qué no puedo sentir
que sonrío si verdaderamente estoy feliz?... ¿Por qué...me odian tanto? ¿Es que
acaso soy tan despreciable?... N-no quiero hacerme tantas preguntas. Me duele
el pecho. Lo siento frío. ¿Es la nieve que también está llegando a
congelarlo?...y si... ¿no puedo sentir más luego de eso?...No quiero...yo
quiero poder tener su suerte. Quiero tener a alguien a mi lado... ¿por qué
todos se apartan?
Cuando puede reaccionar, nota que se está
tomando el pecho con fuerza, como si le doliera otra vez. Y para qué mentir, le
duele. Le duele tener que ser el único que sufra de esa manera, el único al que
dejan aparte. Le duele ser el estúpido que tiene que fingir sonrisas tontas, de
no poder sentir nada en verdad. Y luego del profundo dolor, viene el odio.
Porque él los odia. No los puede soportar
más. Odia sus sonrisas, odia su calidez, odia su esperanza, su fe...su
felicidad...no puede tolerarla. No puede tolerar que tenga que vivir confinado
en una triste soledad y ellos compartan tantas cosas juntos, dejándolo de lado
en su frío y solitario campo blanco. En su confinado y recóndito espacio en la
tierra. En su odiada soledad.
Afuera, los copitos de nieve caen con furia
sobre sus compañeros ya vencidos. Dentro, la envidia le carcome.
Siento
que ya no siento más. Que mis lágrimas se han congelado como la nieve que cae
siempre. Siento que...duele mucho. O que dolía. Porque poco a poco ya no siento
más... ¿acaso me estoy muriendo?...¿Me convertiré en alguien...sin vida? ...No
quiero eso...tengo miedo...No es justo... ¿Por qué me apartan cuando yo solo
quiero ser parte de su diversión? ¿Por que salen tan atemorizados al verme
llegar, me tratan con sumo respeto y temen ofenderme? ...¿Es divertido dejarme
solo?...¡¡Yo solo quiero un amigo!! Una mano a la que tomar...un cuerpo al que
abrigar y con él ser abrigado... ¿es que acaso no lo merezco?... ¿Por qué no me
dejan estar junto a ellos?...Yo sólo quiero...un amigo...que esté a mi lado...
La soledad, sin embargo, le es útil para
algo, logra pensar. Porque entonces
puede planificar todo su odio, darle un fin práctico. Encontrar que es lo que
le dicta su cuerpo para acabar con ese dolor que le llena. Y poco a poco su
soledad le confía la misma ruta, el sendero que ya conoce y ha transitado
muchas veces.
¿Por
qué no me dejan tenerlo? Estoy dando lo mejor de mí pero no quieren verlo.
Estoy tratando de ser abrigado y cálido...de ser bueno... ¿por qué se continúan
alejando?... ¡No pueden juzgarme! Ni siquiera me dan una oportunidad de
demostrarles que en verdad solo me gustaría tener alguien con quien
reírme...con quien sonreír...con quien divertirme... ¡Es su culpa! ¡No la mía!
¡Es su culpa que no sepan verlo! ¡Es su culpa que yo no pueda ser feliz!
¡Porque son ellos los que no me dejan estar junto a ellos! ¡Son ellos los que
me apartan con furia! ¡Son ellos los que no me dejan tener un amigo! ¡Son ellos
los que...!...Son ellos los que...Son ellos los que me han quitado las ganas de
reír...y los que me han hecho llorar... ¿por qué no me pueden aceptar?... ¿por
qué no pueden entender que sí soy bueno?...No quiero estar solo...no
quiero...no...Es su culpa....sólo su culpa... ¿por qué no pagan ellos por sus
propios pecados? ¿Por qué debo ser yo el castigado siempre? No...Yo no quiero
sufrir más por su culpa...es suya...yo quiero que les duela a ellos...para que
vean que se siente...que te dejen solo...quiero que vean...si...quiero que
vean...lo que es estar triste… yo…no voy a estar nunca más solo…
…Si ellos no
permiten que te unas...entonces únelos a ti a la fuerza. Porque Iván no puede
tolerar la envidia, no puede ver sus ojos felices si los suyos no sonríen de la
misma forma. Y eso no es posible que sea permitido. Lentamente la ira toma un
tinte macabro, cínico. Al ruso no le desagrada. Le ayuda a pensar con claridad.
Las ramas crujen bajo la tempestad helada
que ocurre afuera. El cielo ennegrece, mostrando una tormenta furiosa. Iván se
sonríe con superioridad. La rabia le rodeaba. Le ayuda a odiarlos más. El
camino sinuoso se le hacía cada vez más recto, los árboles que le cubrían el
camino comenzaban a derribarse solos a medida que avanzaba. Ya sabe qué quiere
hacer...quiere destruirlos, ya sea por fuera, por dentro o de ambas formas.
Porque si el no puede ser feliz, si no lo quieren incluir en su felicidad,
entonces nadie será feliz. Nadie tendrá paz. Todos caerán a sus pies. Sólo debe
apoderarse de ellos, dejar que caigan en su red, que sean victimas tontas que
no sospechan. Iván sabe que puede lograrlo. Lo único que su ira ciega le deja
ver ahora es las caras de pavor de los otros gritando su nombre en busca de
clemencia, deshaciéndose en llantos de arrepentimiento, soltando gemidos de
impotencia. Y eso a Iván lo deleita...lo llena...El no goza de hacer daño, pero
ama ver como aquellos que parecen tan fuertes caen vencidos a sus pies como la
nieve cae impulsada a la pura merced del viento.
Muerde sus labios ante el macabro placer que
le corre por las venas. Es eso lo que le permite sobrellevar cada invierno, lo
que le mantiene con vida: el perverso calor que llena cada una de sus células,
manteniéndolo a salvo de congelarse, resguardado por su fuego interno y
destructivo. Dándole esa cínica y pálida conexión a la vida. El invierno sigue
viéndose tras las líneas que sus dedos trazaron. La nieve cae con más fuerza,
con una ira violenta, castigando las duras estepas rusas. Él se limita a
aceptarlo todo con una inocente e infantil sonrisa. Porque el invierno y el
dolor le hacen sentir aún más ganas de castigarlos por arrojarlo a su abandono
como un perro inútil, por dejarlo de lado como un simple muñeco de trapo.
Sus ojos violáceos arden con la furia de mil
carbones encendidos, de mil fieras endemoniadas. Hace días que no duerme y
apenas si ha probado bocado. Quiere que su único maná sea la rabia en sí misma,
que lo único que vean sus ojos es aquella blanca esencia castigar su cuerpo.
Porque así es como no se arrepentirá de nada, como seguirá adelante. Porque esa
es su forma de hacerse fuerte contra ellos, contra el dolor, contra la soledad.
Contra el cruento invierno. Esa es su forma de luchar contra todas sus
adversidades, de arrollarlas, de pasarlas por encima.
Iván sonríe. Porque, pese a todo, hay una
virtud que ese invierno le ha dado. Que ese dolor le ha ayudado a obtener.
Porque a pesar de sus deseos, él tiene paciencia, y mucha...No le importa que
pase un día, un año, un siglo o algunos milenios. Tarde o temprano, sin
sospechas, uno a uno, irán cayendo bajo sus garras. Los irá atrayendo lenta y
paulatinamente, obligándolos a estar cada vez más cerca. Los hará uno con él,
porque él es la tristeza. Les borrará esa estúpida sonrisa de su rostro. Les
quitará su felicidad, su esperanza, su calidez, absolutamente todo lo que
tienen. Y sólo podrán llorar bajo sus pies, pedir por piedad, por dejarles ir.
Y no les hará caso, porque cuando ellos pronuncien esas palabras desesperadas,
esos últimos anhelos de libertad, él podrá ser feliz. Y cuando pruebe su dulce
sabor, el dulce sabor de las personas que le hacen feliz a cualquier
costo, aún si es con su dolor, jamás
podrá abandonarlo.
Mientras tanto, se limitará a fingir todo
bajo una cálida sonrisa de niño, una sonrisa inocente. Ocultará su aura
demoníaca para el momento apropiado. No quiere que ni lo intuyan, prefiere ver
sus caras de terror y sorpresa al mismo tiempo, seguro que le harán gozar más
de su felicidad...
Iván se ríe sardónicamente, ocultando con su
aliento toda visión del helado exterior, cerrando las cortinas de su ventana
para marcharse. Más allá, la nieve pura
cae, las ramas de los árboles crujen con fuerza, la nada se pierde en ella
misma detrás.
Carla Umansky 4º Año